El mercado de dispositivos de sonido es un mercado complejo, donde un mar de alternativas mezcladas con distintas cifras que no todos los usuarios entienden pueden llevar a una confusión bastante importante e incluso a disgustos de usuarios que pueden sentirse engañados al encontrarse con unas especificaciones peores de lo que creían haber comprado, sea ya un altavoz portátil de bajo coste o un equipo de varios cientos de euros.
Por un lado tenemos el mercado de auriculares, donde podemos encontrar auriculares de diferentes calidades, con o sin micrófono y con impedancias bajas que puedan requerir el uso de un amplificador externo a la hora de cumplir con su cometido si la placa base de nuestro equipo no está preparada para funcionar con auriculares de baja impedancia.
Existen auriculares intra-aurales y supra-aurales, donde estos últimos pueden tener una construcción abierta o cerrada, y estos datos junto a la impedancia y la sensibilidad de los drivers determinarán en gran medida el aislamiento que recibiremos del exterior y la calidad del sonido que emitirán los propios auriculares.
Por otra parte, existen equipos de altavoces propiamente dichos, donde podemos clasificarlos por el número de canales, las tecnologías de posicionamiento que soportan, y la potencia que son capaces de utilizar, la cual podemos ver anunciada como potencia real (RMS), potencia de pico, o potencia musical (PMPO), aunque esta última cada vez es mucho menos común debido a su potencial para engañar al consumidor.
Como es de esperar, el volumen que seremos capaces de alcanzar con un sistema de altavoces determinado será dependiente de los vatios que dicho sistema sea capaz de consumir, aunque hay que tener en cuenta que la potencia que más nos interesa es la potencia RMS dado que la potencia de pico es la capacidad de salida de un sistema de audio determinado durante unas milésimas de segundo, de forma que si esta potencia se utiliza durante más tiempo, corremos el riesgo de dañar permanentemente el sistema.
También hay que tener en cuenta el número de altavoces y la configuración de éstos, pues un equipo de sonido 2.1 de 400W contará probablemente con un subwoofer de unos 200W y dos altavoces de 100W, mientras que un sistema de sonido 7.1 contará probablemente con un subwoofer de unos 150W y 7 satélites de 35W, por lo que es importante tener estos aspectos en cuenta así como la localización de cada altavoz y que el contenido que vayamos a ver sea compatible con dichos sistemas de sonido, incluyendo si procede la tarjeta de sonido del equipo.
Esta compatibilidad, en el peor de los casos, nos proporcionará un sonido estéreo, por lo que es importante saber si tanto los medios que adquirimos como el resto del sistema es compatible con tecnologías de sonido envolvente.
En el mundo audiófilo podemos encontrar elementos más exóticos como amplificadores a válvulas o altavoces con conos de fibra de carbono, y si bien es cierto que muchos no notaremos la diferencia, hasta el material del cono marca una diferencia perceptible a un usuario con la suficiente experiencia, así como codecs como LDAC que nos traen una gran calidad a través de Bluetooth.