Las placas bases se pueden considerar iguales pero distintas, pues si bien la función que desempeñan es la misma en todos los casos, se pueden clasificar tanto por tamaños como por chipset, socket, e incluso si miramos atrás en el tiempo, el estándar de alimentación al que atienden.
Si nos fijamos en los tamaños de placas base, los estándares más comunes que solemos usar son ATX, Micro-ATX y Mini-ITX, aunque existen más formatos como SSI EEB para servidores de doble procesador, BTX en un intento de Intel para desbancar al tradicional ATX, e incluso formatos extremadamente pequeños como Mini-STX donde si bien podemos hacer uso de procesadores con sockets de escritorio, su tamaño un 29% más pequeño que las placas base Mini-ITX obliga al uso de memorias SO-DIMM y ranuras Mini PCI-Express.
En cuanto a chipsets, éstos nos dan una aproximación bastante precisa de la gama en la que se encuentra una placa base concreta, y es que si bien en ocasiones nos podemos topar con placas base de mala calidad, o por el contrario, con placas base de muy buena calidad para el segmento al que están orientadas, normalmente los chipsets de gama alta como serían los X470 de AMD o los Z370 y Z390 de Intel recibirán más dedicación por parte de los fabricantes que las placas base de gama baja con chipsets A320 de AMD o H310 de Intel, orientados a equipos de bajas prestaciones que reciben peores sistemas de alimentación o menor conectividad, aunque en ocasiones sí que disfrutan de tamaños menores debido al menor número de componentes que necesitan.
Como es de esperar, con cada generación de placas base se introducen nuevas tecnologías, y si bien años atrás encontrábamos conectores IDE y multitud de ranuras PCI en las placas base, hoy en día todo esto ha sido sustituido por ranuras PCI-Express de distintas longitudes y versiones que llegarán a la 4.0 cuando los AMD Ryzen de tercera generación salgan a la venta, así como multitud de conectores de almacenamiento que tradicionalmente son SATA, el sustituto de los IDE, pero que con la llegada del formato M.2.NGFF y las tarjetas adaptadoras PCI-Express, amén de aquellas unidades que llegan con dicha ranura de conexión de forma nativa, poco a poco van viendo ligeramente mermada su presencia a favor de montar hasta cuatro unidades M.2. NVMe en las placas base de gama más alta.
Un campo que sin duda ha mejorado sobremanera es el de monitorización y configuración de las placas base, pues con el tiempo hemos visto como las BIOS desaparecían a favor de las más avanzadas UEFI y las capacidades del software incluido con las placas base iban mejorando a pasos agigantados, hasta el punto de poder controlar la velocidad de cualquier ventilador o bomba de agua asociada e incluso el color de la iluminación RGB por zonas de una placa base compatible, algo prácticamente impensable hace 10 años por el usuario medio y que hoy en día son unas de las funciones más habituales que podemos encontrar en cualquier placa base de gama media.